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domingo, 22 de agosto de 2021

Paseando por oriente...

—¿Qué ocurre en esta plaza

de qué va el corro aquél?...

—Están dando latigazos

a la sobrina de un juez.

—¡Por Dios! ¿Qué ha hecho la chica,

Por qué de ese acontecer?

—Un muchacho de otro pueblo,

ha escrito hoy un papel…

Misivas de enamorados…

—¿Pero qué dice el mensaje,

que pueda ofender a un juez?

“Yo, señorita la amo…

y… dígame,¿ me ama usted?”

—¿Y eso qué tiene de malo;

son jóvenes… Qué han de hacer?

—Que ella le ha contestado…

“Le amo, sí que le amo

tanto, como me ama usted”

Su papá ha interceptado

de la chiquita el papel,

en que quedaba constancia

de aquel sentir de mujer;

y como es ya sabido

recae en el padre el poder

de dar entrega a su hija

desde antes ya de nacer…

—¿Dígame usted, y el muchacho

Le han castigado también?

—No no; y no veo el por qué…

El hombre es siempre hombre…

Los derechos le acompañan,

para buscar si es que quiere

a ella, u otra mujer.

©Mercedes del Pilar Gil Sánchez

#AbuelaTeCuenta

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miércoles, 16 de marzo de 2016

Ha nacido un Cuento

Don Rataplín el gran gnomo, al pasear por su imperio,
Se dio cuenta que esa noche, había nacido un cuento.

Don Rataplín, elevaba sus ojillos hacia el cielo,
Dando gracias a la luna, y a su luz de caramelo.

Presentó Cuento a las hadas, que bullían de contento,
También decidió mostralo, a los ogros y a los elfos.

¡Será un cuento de hadas! Dijo Lindaflor sin miedo.
Una voz gruesa y de enfado, replicó con desespero.

La gran voz de Terrofilin, que brotó como un gran trueno.

¡De una cosa estoy seguro, que será cuento de miedo!
Aseveró Terrofilin, mientras se bañaba en cieno.

Ya nadie se atrevería a hablar nada de nuevo.
El gran ogro Terrofilin asustaría hasta al miedo.

Tímidamente asomó su nariz del agujero, Pomponcito el conejo.
¡Será un cuento de animales, Estoy seguro de ello!

Dio media vuelta y huyó, a su agujero de nuevo.

¡Dejemos de pelearnos y pongamos nombre Cuento!
Hubieron de desistir al no ponerse de acuerdo.

Él mismo se puso nombre, orgulloso de ser Cuento,
Dichoso de haber crecido, junto a hadas, y conejos.


“Soy hijo de Rapatlín, el gran gnomo de este imperio”.
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martes, 15 de marzo de 2016

Un Extraño Suceso

Nadie percibió nada el día de su nacimiento.

¡Nadie!

Nada hizo sospechar lo que le estaba sucediendo.

Al transcurrir de unos meses, sus papás la acompañaron a la visita del médico.

—¡Esto tendré que estudiarlo!…
¡Qué raro!…
No sé de dónde provengan estos incipientes velos…
No sé si habrá constancia de algún caso de esto…
Es un asunto extraño…
Regresen tras algún tiempo…

Pasaron varias semanas y el fenómeno fue en aumento.

—¿Qué le ocurre a nuestra Ana?
¿De qué serán esos velos?
¿Los has visto moverse?
¡Tienen colores celestes!
¿Son alitas lo que veo?

Pronto llegaron los hechos, por su rareza tremendos.

Volaba…

Volaba Anita con sus alitas de Cielo.

En su manita derecha creció varita de espejo,
y relucía una estrella, en uno de sus extremos.

Tratando de manejarla, sufrieron daños diversos.

Hizo enorme al gato, que traspasaba el techo. 

En la ventana asomaba su rabito, y la chimenea servía de collar para su cuello.

—Dhu… Dhu…

Decía  Anita, y se freían los huevos.

—Dhu… Dhu…

Volvía a decir, y se rompía el espejo.

Había nacido un hada en una casa de de un pueblo.


¡Qué extraño! Ver la pequeña, haciendo voltereta en vuelo.
                                                                                                              #AbuelaTeCuenta
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jueves, 17 de diciembre de 2015

¡Mañana llega la Primavera!


Mi cacao con leche esperaba humeante sobre la mesa de la cocina y mamá presurosa me animaba a darme prisa.
-¡Péinate!
-¡Ponte bien los zapatos!
Miré a mis pies, y les vi más extraños que otras veces, las puntas de mis zapatos, se desviaban hacia los lados externos. Junté mis pies, y… en vez de unirse, parecían repelerse y querer distanciarse por las punteras. las puntas de los zapatos, se alejaban la una de la otra, mientas los talones, permanecían como siempre, juntos y unidos.
¡Qué extraño!
Pensé…
¿Se habrían enfadado mis zapatos, e intentaban apartarse el uno del otro?
Les observé perpleja sin saber qué les podría haber pasado.
Mamá me sacó del ensimismamiento, y también de mis dudas en un instante.
-¡Ana!
-¡Tienes los zapatos del revés!
-¡Pon bien los zapatos, Ana!
Ordenó mamá.
Me alegré de que no les ocurriese nada malo a mis zapatos, no me gustaría… ¡Nada! Que se hubiesen enfadado.
Les regañé por traviesos y cambiarse de pie, aunque enseguida les dije:
-¡No pasa nada! Sé que no lo volveréis a hacer. No quiero veros tristes ¿Vale?
Les perdoné.
Me gusta verles contentos, saltando y corriendo conmigo y también, haciendo resbalones por el pasillo de casa.
Aunque… Recuerdo el primer día que me los puse, no se portaron demasiado bien conmigo, pues me hicieron unas rozaduras muy incómodas y dolorosas en los talones.
Mamá me colocó unas tiritas. Dos en cada pie para proteger mi piel del roce con el zapato.
-¡Ana!
Gritó mamá desde la cocina, con ese grito que conozco tan bien y que quiere decir exactamente esto:
“Me estás hartando Ana, y como grite otra vez… “
Decidí, tras la advertencia, darme toda la prisa posible y hasta la imposible, también.
Me cambié de pie los zapatos en un “pis, pas” y esta vez, vi cómo volvían a unirse en las puntas y cómo volvían a ser amigos. Corrí hacia la cocina a disfrutar de mi leche con cacao que tanto me gusta y que ya había dejado de humear. Se hallaba a esa temperatura calentita, pero no “quemona”.
Ese es el punto de calor que me gusta. ¡Caliente y sin quemar! ¡Bien!
-¡Ana, no te manches, pon atención a lo que estás haciendo!
Como siempre, mamá interrumpió mis pensamientos que se encontraban perdidos en el aire, mientras miraba el tapete de la mesa que había puesto hoy mamá y en el que había dibujada una niña caminando hacia una montaña nevada. Le acompañaba, un lémur de cola anillada al que había subido a su hombro, para que no se cansara. La montaña, estaba tan lejos…
Qué bonito dibujo, siempre que mamá lo extiende en la mesa, pienso que soy yo quien tiene la suerte de ser la amiga preferida de un lémur cola anillada.
-¡Vamos Ana, que ya es tarde!
Corrí a recoger mi mochila del colegio y entonces, me di cuenta de que había dejado sobre mi cama, el libro de Naturales. Volví a correr hacia mi habitación, cogí el libro y lo llevé en mi mano hasta llegar al coche de mamá.
-¡Abróchate el cinturón Ana!
Ordenó mamá.
-¡Ya lo he abrochado mamá!
-¿Sabes Ana? Mañana llega la primavera.
Qué extraño, esta misma mañana, he vuelto a leer mi lección de Naturales y… la señorita ayer, nos habló de que hoy, es el último día de otoño y que mañana llega el invierno…
Creo que mi mamá (aunque es muy lista) no sabe que mañana lo que llega es el invierno.
 -¡Mamá!
-¿Dime Ana?
Casi no me atreví a decir nada…
-¡Mamá!
-Te escucho Ana, dime.
-¿Estás segura de que llega la primavera mañana?
-¡Pues claro!
-¡Mañana iremos a la estación a buscarla!
Me quedé callada.
Miré por la ventanilla en busca de flores, en los jardines por los que pasábamos.
Nos paramos en un semáforo que se había puesto en color rojo, y cuando un semáforo se pone en rojo, hay que parar y esperar a que se vuelva a poner de color verde.
Yo siempre aviso a mamá:
-¡Ya! Mamá, ¡Verde!
Pero esta vez, no le dije nada, busqué con la mirada en la rotonda, que tenía delante de mis ojos por ver si había florecido alguna flor entre las hierbas… No encontré ninguna.
-¡No me has avisado, Ana!
-¿Qué le ocurre a mi niña?
Preguntó mamá
-¡No hay flores! Mamá.
Contesté.
-No pasa nada, cariño. Ya las habrá.
Volví la cabeza y vislumbré una larga fila de árboles calvos, sin un único pelo-hoja con el que guarecerse del frío helado que había convertido en escarcha al rocío.
Pensé en las ganas que tenía de pisar escarcha y escuchar su  ¡CRAS! ¡CRAS! ¡CRAS! Bajo mis zapatos.
Entonces… me invadió otro pensamiento, referente a mis zapatos, pensé en lo felices que se pondrían de poder pisar saltando, y más aún después de haberles reñido esta mañana cuando jugando, se cambiaron de pie.
Enseguida me di cuenta de que se me había ido el pensamiento de lo importante.
Lo importante esta mañana es encontrar a la primavera.

¡No la veo!

¡No soy capaz de ver, nada de primavera!



-¡Buenos días niñas!

-¿Venís despejaditas hoy?

-¿Alguien ha estudiado el tema que toca?

Preguntó la señorita Rosalía y… Todas las niñas levantaron la mano.

-Ana, ¿Tú no has estudiado?

-Sí, señorita. He estudiado la lección que tú dijiste.

-¿Entonces?... ¿Por qué no has levantado la mano como tus compañeras?

-Porque la lección que estudié es la del INVIERNO.

-Muy bien Ana.

-Como todos y todas sabemos, hoy es el último día de otoño, y mañana comienza el invierno.

-¡No, señorita! Mañana viene la PRIMAVERA.

-¡Me lo ha dicho mi mamá!

-No cariño, mañana llega el invierno.

-Como ya hemos hablado ayer, el otoño comienza el día veintiuno de septiembre hasta el día veintiuno de diciembre.

-¿Qué día es hoy?

Preguntó la señorita

-¡Veinte de diciembre! Señorita.

-También hemos estudiado que: El invierno, comienza el día veintiuno de diciembre y durará hasta el día veintiuno de marzo.

-Entonces, y según lo que hemos estudiado.

-¿Qué estación comienza mañana?

-¡El invierno! Señorita.

Contestaron todas mis compañeras.

Mi voz, entre las voces de todas ellas, gritó…

-¡La PRIMAVERA!

-Ana, la primavera no llegará hasta el día veintiuno de marzo y terminará el día veintiuno de junio.

-¡Mañana, comienza el invierno!

No podía contradecir más a la señorita Rosalía, pues en esta última frase, noté que estaba perdiendo la paciencia conmigo y que tenía próximo un castigo si continuaba discutiendo con ella.

A mí me gusta mucho ir al recreo.

Me gusta jugar. Y a mis zapatos también les gusta. Seguro que ellos tienen tantas ganas como yo de salir a saltar y correr y hacer las coreografías inventadas que solemos hacer en el patio.

¡Lloré!

¡Lloré muchísimo!

No estaba muy segura de por qué lloraba, pero tenía que llorar.

No podía decirle más veces a la señorita, que estaba equivocada.

No podía decirle que mi mamá lo sabía todo. Que ella siempre se sabe las lecciones de mi libro, sin tener que leerlo…

¿¡Cómo no va a saber que mañana es primavera!?

¡Si fuese invierno mi mamá lo sabría!

La señorita Rosalía me llevó junto a María, otra señorita, y María me llevó junto a la directora del colegio, que es muy seria y da mucho miedo.

Cuando hacemos travesuras en la clase, la señorita Rosalía, siempre nos dice: ¡Os voy a llevar con la directora! Y… siempre nos asusta muchísimo.

Cuando dejé de llorar, Maribel, (la directora), que resultó no ser tan mala, y me regaló un caramelo y un bombón de tres chocolates. Me preguntó:

-¿Qué te ha pasado Ana?

-Pues que la señorita Rosalía, dice que mañana comienza el invierno.

-¿Y no es así?

-¡Mañana comienza la Primavera!

-¡Me lo ha dicho mi mamá!

-Puede que tu mamá se haya confundido y haya dicho primavera, cuando quería decir invierno…

-¿No crees que pudo haber ocurrido algo así?

Me quedé pensativa… Podría ser que… Después de todo, no había ninguna flor… En ninguno de los jardines…


Hacía mucho frio, y yo salí de casa con un abrigo, unos guantes y un gorro…

-¡Seguro que mamá se confundió!

-¡Eso ha pasado!

-¡Sí!

-Quiso decir invierno y ha dicho primavera.

-Jejejeje

Salimos al recreo, y mis zapatos lo pasaron genial, y yo también con ellos.

Me vino a recoger a la salida del cole mi abuela, mamá tenía visita en casa…

Cuando llegamos al portal, mamá gritó desde arriba.

-¡Sube, Ana!

-¡Ya está aquí mi Prima Vera!                 
 



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lunes, 14 de diciembre de 2015

Se acercan los Reyes



Ya mece María
Al niño en sus brazos
Le mira, le abraza
Estrechan sus lazos.

El niño divino
Hacia el Cielo mira.
Sus manos divinas
Levanta hacia arriba.


Con el Niño en brazos,
Se asoma María,
A ver el milagro,
De la estrella guía.

Turbada, admirada, 
María, hacia el cielo
Alza la mirada,
Lo que el niño indica
Descubre extrañada.

¡El dedo del niño,
Señala la estela,
De una bella estrella.
Que rauda y fugaz,
Hacia el portal se acerca.

Recelan, sus padres celosos
Escrutando los cielos curiosos.
Contemplan dudosos,
La luz que destella,
El cometa estrella.

¡Qué hermosa, qué bella
La fugaz estrella!
¡Qué dulce, qué llana,
La luz que emana!

¡La estrella se posa,
De su suave luz, 
El portal rebosa!
¡Se acercan pastores,
Hacia la luz milagrosa!

Al mundo le advierte,
 Su rayo fulgente.
Su luz de milagro,
¡Que viene orientando,
A los Reyes de Oriente!

Marca  su luz de guía,
Senderos azules, 
De bella alegría.
¡Siluetas que asoman 
En la lejanía!

Coronas doradas y bellas,
Lucen en sus cabezas,
Con dulces destellos. 
¡La nana de luna,
De una la Luna Nueva
Que hoy, viene llena!

Se ven tres camellos,
Grandiosos, esbeltos.
De lomos dorados,
Y muy jorobados.
¡Siluetas de brumas,
Detrás de las dunas!

Se acercan atentos,
Cabalgando el viento.
Montan la luz del rayo,
¡Un paso y un paso, 
y otros mil pasos!

¡Ya vienen llegando, 
se van acercando!
¡Ya besan el suelo,
Bajo la estrella del cielo!

¡Ya al niño veneran!
Le miman, le besan.
¡Besan de sus piececitos,
Sus lindos deditos!

Le dejan ofrendas,
Y divinas prendas,
De Reyes de Oriente,
¡Al Rey de los Reyes!
¡Al niño divino... En el día de Reyes!

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jueves, 10 de diciembre de 2015

Rodolfo, el Reno Guía

La noche cerrada,
Oscura, vacía.
La estrella brillante,
No aparecía.
Estaban los Reyes,
Perdidos, sin guía.
Llevaban tres noches
Sin norte, Sin sur,
Sin visos algunos,
De llegar algún día.
Noel, ya en su casa
A los Reyes seguía.
Pronto se dio cuenta
De qué sucedía.
Estaban perdidos
En las noches más frías.
¡Les ayudaremos!
Comentó Noel
Sentado en su silla.
¡Vámonos Rodolfo!
Ordenó Santa,
A su reno Guía.
Preparó el trineo,
sin carga,
Pues el día seis,
No era su día.
¡No lleguemos tarde!
Que el día de Reyes,
Se nos aproxima
Volaron muy rápido,
Sin peso alguno,
Tan solo Rodolfo
El trineo cogía
Así, sin su carga,
Llegaron enseguida.
Montaron los Reyes
Siendo transportados
Allá dónde iban.
A salvo quedaban,
Juguetes, Regalos,
Piezas de vajillas,
Cada niño y mayores
Todos los regalos
Al llegar la mañana
Todos recibían.
Estas Navidades,
Serán recordadas
Como las primeras
Que colaboraron
Papá Noel, Los Reyes Magos,
Y Rodolfo, su Reno Guía.

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viernes, 18 de septiembre de 2015

Un granito de avena

Esta mañana temprano,
Un pajarito llamó a mi puerta.
¿Qué deseas pajarito?

Algo de pan y un poquito de avena,
He de llevarlo a mis niños,
Que en el nido, pían de pena.

Le vi llegar confiado,
Con su piquito pintado,
De amarillo y negra gena.

Me fijé que su plumaje,
Era de miel y canela.
No temas mi pajarito,

Habrá para ti, lo que quieras.
Lo que deseen tus niños,
Para comer, o a la cena.

Feliz, partió el gorrioncillo,
Llevándose en el pico,
Un muy pequeño granito,

De una muy pequeña avena.

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jueves, 4 de junio de 2015

Sueños

Aún no llegaba el sueño
Cuando despierta soñaba.

Soñaba con cascabeles
En un sombrero de hada.

Soñaba que era pequeña
Que mi varita hechizaba.

Soñaba que con estrellas
Y con la luna jugaba.

Soñaba que era la noche
Con la luz de la mañana.

Soñaba y en mis sueños
La luna me saludaba.

Soñaba que era mi madre
La estrella que allí brillaba.

Soñaba sueños hermosos…

¡Que no me despierte el alba!

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lunes, 25 de mayo de 2015

Cuéntame un cuento abuela

Leía mi abuela, 
contándome un cuento.

Sentados en sillas, 
muy quietos y atentos.

Al poco sentimos,
las sillas... desvaneciendo,

Tocamos,  sentimos, 
las fibras de adentro.

Narraba mi abuela, 
páginas del cuento.

Su voz se oía desde aquí, 
desde dentro.

¡Abuela, no pares, 
te oímos, seguimos atentos!

Estamos aquí, 
en el corazón del cuento.

Por favor, no pares, 
síguenos leyendo,

¿Qué sería de notros 

si se acabaran los cuentos?


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viernes, 24 de abril de 2015

Estudiando Naturales

Los días de castigo se hacían interminables El libro de naturales abierto sobre la mesa de escritorio, convenientemente preparado para cuando entre papá o mamá.

Tras cinco minutos contemplando el libro, ocurría la infinita maravilla de lo inesperado… Un inmenso universo paralelo, penetraba en mi pequeña habitación a través de mi exigua ventana, para transportarme  en sus brazos a través de mundos infinitamente distantes e infinitamente desconocidos, habitados por diversos y extraños seres capaces de vivir en una plácida, inigualable armonía.

Al poco, me veía flotando en un camino formado de estrellas, nebulosas, y diminutos cuerpos celestes ascendentes.

El libro permanecía sobre la mesa como una huella terrible e imperecedera de mi castigo, le veía cada vez desde más lejos hasta haberse convertido en un punto microscópico incapaz de ser diferenciado de los demás puntitos estelares.

Mi mirada seguía fija en el puntito, mientras me alejaba flotando. Soportaban el peso de mis pies, dulces y hermosas flores aladas que iban desprendiendo sus deleitosos aromas frutales conocidos por mí como mandarina, manzana o pomelo.

Me llevaron como tele-transportado, hasta un jardín donde las mariposas se comportaban exactamente igual que aquí las flores, prendidas de sus tallos libres de espinas, aleteando sus alas al viento para hacer desprender su jugoso y brillante polen, más allá pude ver flores abejas preciosas con relucientes rayitas doradas libres también de aguijones. Las flores que me habían traído, tras depositarme en el suelo, volaron a libar ávidas de aquél zumo dulzón que producían las flores abejas.

Me sentía maravillado de ver aquel espectáculo maravilloso y único, cuando apareció un bello conejo alado persiguiendo a un águila corredora que asustada se guareció bajo el suelo en una especie de abrigada madriguera.

Disgustado el conejo, se posó a mi lado entristecido.

-Yo sólo quería jugar-

Musitó un tanto compungido dirigiéndose a mí.

-Hace varios días que no salgo y necesito volar y correr para estirar mis alas y aliviar mi mente de tanta retención y estudio-

-¿Qué te ha pasado conejito? –

Pregunté lleno de curiosidad.

-¡Aliconejo! -

Me corrigió.

-Suspendí el examen de matemáticas-

Contestó describiendo en su mirada una aguda tristeza que enturbió también su hasta entonces media sonrisa.

Dediqué a aquella absoluta belleza alada la más comprensiva de todas mis miradas.

-¿Tú has suspendido alguna vez? –

Asentí moviendo mi cabeza de arriba hacia abajo. Yo también entonces… mostré mi rostro más entristecido.

-Sí, conejito. ¡Perdón! Aliconejo. Sí que he suspendido, y estoy castigado en mi cuarto hasta que me sepa todas las lecciones que entraban en el examen. –

-Te ayudaré –

Repuso muy dispuesto el conejo alado.

-Aquí es todo naturaleza, así que te la iré mostrando y seguro que aprobarás tu examen de Naturales. –

Miré a mi alrededor y no me quedó más remedio que olvidar mi cara triste para convertirla en una sonrisa abierta aunque un poco pasmada.

-Tienes razón amigo aliconejo… pero esta naturaleza es tan diferente… No sé si serviría para mi examen. –

Entendí su gesto un poco molesto, así que le dije:

-Amigo, agradezco tu ayuda, seguro que aprobaré gracias a tus enseñanzas. –

Señaló con su preciosa alita blanca una bandada de margaritas que se acercaban cantarinas y dicharacheras formando  un murmullo un tanto estruendoso.

-Estas son besimargas y son las más cariñosas de nuestras flores. –

Una besimarga se acercó, tocó mi mejilla con sus labios y musitó muy cariñosa en mi oído:

-Vente a cenar, mi chiquitín. –

Abrí los ojos. Mamá había abierto la puerta. Se oían voces que llegaban de la cocina. Acariciándome preguntó con cara pícara y sonriente.


-¿Has estudiado mucho? –

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